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  • marotitamarota

UNESCO ha hablado


—¿Cual es nuestro papel en este asunto? —¿Nuestro papel? El de suplicante.

—¿Hasta qué extremo?

—¿La señora tiene exigencias que hacer valer?

—¿Ya no tenemos derechos?

Samuel Beckett, Esperando a Godot


Hoy quiero hablar un articulo de El País escrito por Tommaso Koch sobre el informe que la UNESCO ha publicado hoy martes 8 de febrero.

El informe se llama “Re/pensar las políticas para la creatividad” y tiene como subtítulo “Plantear la cultura como un bien público global”.

En sus 332 páginas UNESCO no solo define la situación del sector cultural como “precaria” sino como “insostenible” (según Koch el descenso de ingresos del sector en 2020 ha sido entre un 20% y un 40%). Precariedad viene del latín: pres, precis (ruego, súplica), arius (sufijo de relación) y dad (cualidad). Es un término que se ha normalizado en relación a determinadas profesiones y, quizás por ello, el impacto que antes causaba se ha perdido. Demasiada precariedad, o demasiada denuncia de esa precariedad para después dejarla como está. Sostenible es otro término omnipresente en el discurso institucional, industrial, empresarial y comercial, que incluso forma parte del vocabulario teórico en cursos de coaching y autoayuda.


Por eso la elección de “insostenible”. me ha llamado la atención. No solo se refiere a lo que no puede sostenerse, sino también a lo que no se puede defender ni admitir, como señalan sus sinónimos “indefendible” e “inadmisible” entre otros. También me han llamado la atención la elección de otros términos: “Re/pensar”, “creatividad” y “cultura como un bien público”.

“Pensar” y “crear” rara vez se nos presentan juntos a nivel institucional, mucho menos “política” y “creatividad”. Plantear la cultura como un “bien público” la reconocería como un “bien”, es decir, una riqueza, un tesoro, un valor, una joya, “público”: de todos y todas. Valiosa y preciada, y en consecuencia cuidada, respetada, a la que tendrían derecho todas las personas (facilitada, divulgada, impulsada, compartida, dignificada, extendida) y que las beneficiaría a todas.

Mientras la cultura no sea considerada como lo que es, un tesoro imprescindible para la evolución y el bienestar humano y mientras no se reconozca su importancia económica, los que la tenemos como profesión seguiremos siendo vistos como una élite de precarios (aquellos que suplican, desde su etimología), de niños mimados que ya deberíamos conformarnos con trabajar en lo que amamos. ¿O no lo sabíamos cuando empezamos, que dedicarte a la cultura significaba una vida de inestabilidad, e incluso de necesidad económica? Mi madre lo sabía, y porque lo sufrió tanto, quería que yo fuese farmacéutica.


Lo ha dicho la UNESCO. Esperemos que ahora se escuche.

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